Alguien
me habló una vez de estas dos palabras. Juntas. Lo hizo como si se le acabasen
de ocurrir, como si no conociese el significado que tardé en darle dos segundos
y medio. Como si fuera una casualidad hablar de casualidades. Yo le contesté
que no estábamos hechos de azares. Pero supongo que en el fondo, tenía razón.
Hay personas que son así, casualidades en un mundo causal.
Lo
comprendí cuando le conocí. Fue de esas personas que llegan un poco… sin
avisar. Que llaman a deshora, que te pillan en pijama o sin pantalones. Como
decía Cortázar; “Era de los que rompen
los puentes con sólo cruzarlos”.
Los rompen, sí. Y cuando te das cuenta… estás perdido; ahogándote en sus olas, hundiéndote
en sus mareas. El puente y toda tu vida pasada caen sobre ti. Derrumbado. Era
de los que, con un silencioso guiño aniquilan el suelo que pisas. Te conducen
al vacío. Te hacen caer. Te caes. Te sumerges en las tramposas garras de su
órbita. Y estás jodido. No hay manera de reconstruir tus puentes, tus
vértebras.
Así
era él. Era noviembre mayo a la vez, era un huracán en mis sábanas y la armonía
de la arena estancada entre nuestros esqueletos. Era cada dolor de espalda
provocado por las inquietudes que torturaban mis sueños. Era los momentos de Quiéreme si te atreves y ese chico del
que hablaban todas las canciones, cada acorde de Allí donde solíamos gritar, cada nota de Skinny Love. Era cada insomnio descafeinado que no me importaba
padecer por imaginar su voz rasgando el lóbulo de mis flaquezas, por, aunque
fuese, acechar sus racionados mensajes instantáneos en el móvil. Esa maquinita fiel
que me acompañaba cada noche, cada espera. Ella, pobre, que sufría mis malos
humores y mis desganas, cuando ya ni un solo punto suspensivo me regalabas. Era
el movimiento infinito de las agujas del reloj en los días en que no le
encontraba. Era la mojadura después del chaparrón,
Aún
hoy pienso en que no existe nada en lo que no podría haberse convertido. Tenía
ese talento, la magia de rodear con pedazos de su alma cada molécula que
respiramos, de atrapar tus cinco sentidos, de inventarse un sexto bajo la piel.
Será siempre leyenda en mis venas, un tesoro pirata para mis huellas
dactilares. Y cualquiera que haya compartido un minuto de su aliento, sabrá que
no miento. Pues también se habrá roto su puente, su equilibrio, sus engranajes
cerebrales. Nadie puede salvarse.
Hay
personas que nunca cambiarán. Así era él. Y así sigue siendo. Indomable. Caminando
sobre los charcos de nieve, deslizándose más gélido que el hielo, sacudiendo
corazones, persuadiendo atenciones, rompiendo puentes. No los míos.
Y
aunque ya no cuento los minutos que llevamos sin saber el uno del otro y he
vuelto a cruzar puentes, todavía hay un suspiro de su alma tambaleando mi
paraguas en cada temporal de esta triste ciudad, sin nombre, que llora. Que
llora. Aún hay un puente roto tras mi sombra, agrietada.
A
pesar de que aquel día negase creer en las casualidades místicas, sé que
existen. No hay destino, no hay plan. Sólo él. Sólo yo. El con sus puentes, yo
con mis lluvias. Tropezarme con sus zapatos fue un accidente hipnótico, un
acaso incierto, el resultado azaroso de un encantamiento imposible.
Si
un día cualquiera, atraviesas sus pupilas hechizadas casualmente en una tarde
escondida entre otoño e invierno, sujétate. Agárrate fuerte. La caída puede ser
mortal.
Para
cuando llegue Noviembre, escápate:
Casualidades místicas. Les solía poner otro nombre, pero claro que existen. Y te lo dice alguien que no cree en ningún sinónimo de palabras cursis como "destino", "flechazo"..., pero si te pasa una de estas casualidades...te vas a dar cuenta porque pierdes la cabeza totalmente.
ResponderEliminarLe das toda la intensidad que merece un texto como éste.
¡Estoy totalmente contigo! Yo era fiel defensora del destino, ¿pero cómo decirle que no a una casualidad así?
EliminarAunque bueno, no dejan de ser cursiladas, claro :)
Me ha encantado cada metáfora, y ese chico de mirada gélida y seísmos bajo sus pies. Creo que hay más de uno por ahí rompiendo puentes, corazones y vértebras. No sabría decir si creo en el destino o si las casualidades existen, pero que más de una te atraviesa de un lado al otro el pecho, estoy segura.
ResponderEliminarBesos
Cada persona tenemos nuestro propio rompepuentes, y ¿por qué no? También debemos ser el rompepuentes de alguien :)
EliminarYo soy de destino, pero bueno, me convencieron con esas casualidades místicas.
Un besito, Elendilae.
He tenido que agarrarme fuerte que la fuerza de lo bonito que escribes casi me tira.
ResponderEliminarTienes una manera de escribir que pocos tienen, y hay que nacer con ello.
Gracias por escribirme. ¡Un beso!
Muchas gracias, de verdad, pero para nada jiji :)
EliminarQuiero añadir que él, cuando te recuerde, seguro que piensa algo así como: "...sueño tu boca y beso tus labios que me abrasan..."
ResponderEliminarMe pareces mucha mujer y, en tus letras, grande.
Nunca se sabrá lo que pensaba esa persona ni ninguna otra. Después del puente roto, sólo queda el silencio.
EliminarMuchas gracias, Pitt. Pero todos somos Grandes.
Un besito.
¿Y después del silencio, qué vendrá? me preguntaste...
ResponderEliminarMás silencio.
No podría haber una respuesta mejor :)
EliminarBueno, yo sí creo en las casualidades. Porque lo que ocurre por casualidad es eso, casualidad. Lo que ocurre es que a veces lo que sucede inesperadamente es mejor que lo pactado con el destino. Sucede que un "no me lo esperaba" es mejor que un "está todo controlado". No es nada que esté escrito en las estrellas ni amañado por el universo. Es una "simple" casualidad a la que podemos sacarle partido si nos es favorable. Y eso es lo que leo en tu post. Que no le das la espalda a la vida cuando esta te viene a buscar.
ResponderEliminarEs un punto de vista muy interesante; me ha encantado tu opinión. La vida es demasiado bonita como para darle la espalda :)
EliminarUn besito, S.
No aplaudiré porque no puedes oír como resuenan mis palmadas...pero la manera cómo escribes no sólo es para aplaudirte es para llorar de emoción...o quizás esas letras acompañadas de esa música (divina) me transportan a esas casualidades que un día vienen y te tocan, dónde un día tropiezas y una mano te levanta o donde simplemente un simple suspiro hace que una vida cambie.
ResponderEliminarMe encanta.
Voy a entrar de rato en rato a leerte...todo lo que pueda...
Millones de besos!!
Muchas gracias, señorita. Las casualidades nos tocan a todos, y sus suspiros como dices, cambian el mundo :)
EliminarUn besito.